Un enfoque interseccional para avanzar la igualdad de género en el Servicio Exterior Mexicano

María Rodríguez Domínguez

Segunda Secretaria del Servicio Exterior Mexicano, al que ingresó en 2010. Licenciada en relaciones internacionales por la Universidad de las Américas- Puebla. Tiene una maestría en ciencia política por The London School of Economics y una maestría en asuntos globales, con especialización en desarrollo internacional por Yale University.

“It is a beautiful thing to be a First and Only,

the one who disrupts deep-rooted generation patterns

 to become our ancestors’ wildest dreams”

Alejandra Campoverdi

 

Hace algunos años, durante mi primera adscripción en el extranjero, el entonces titular de la representación donde trabajaba me comentó, después de conocer a mi padre, que se notaba que éramos de origen humilde y que probablemente me había costado trabajo llegar hasta donde me encontraba. Dejando de lado la intención de su comentario, lo cierto es que su observación acertó en mi historia personal. Como estudiante universitaria de primera generación, originaria de una pequeña localidad rural, nieta de campesinos e hija de comerciantes, la transición a la universidad y, posteriormente, al Servicio Exterior Mexicano (SEM), no han estado exentas de dudas sobre mi rendimiento, así como de la necesidad de contar con apoyo para navegar en entornos mayormente desconocidos e intimidantes.

Ser estudiante universitaria de primera generación es un componente de mi identidad como persona y como diplomática, pero no el único. Desde mi ingreso al SEM, me di cuenta de que este no solo era predominantemente masculino, sino que también los entornos económicos y sociales de sus integrantes eran mayoritariamente uniformes. Las mujeres diplomáticas enfrentamos retos importantes, muchos de los cuales se han detallado en este blog. Desde mi experiencia como estudiante universitaria de primera generación, estos desafíos pueden intensificarse, especialmente, si carecemos de una red de apoyo y la guía de colegas, amigas y aliadas.

Uno de estos desafíos es el síndrome del impostor, que la mayoría de mujeres hemos experimentado al dudar de nuestras capacidades, no sentirnos suficientemente competentes y atribuir logros a factores externos como la suerte. Para quienes somos las primeras de nuestra familia en concluir estudios universitarios, estos sentimientos se manifiestan con mayor frecuencia a lo largo de nuestra vida académica y profesional. Ingresar a la universidad y acceder al SEM representan no solo romper con patrones tradicionales de género, pero también generacionales. Los logros van siempre acompañados de esfuerzos y sueños familiares, lo que eleva potencialmente el miedo a decepcionar y a fracasar.

En años recientes, han surgido conversaciones sobre la ejecución de acciones más específicas para avanzar la igualdad de género en el SEM, incluso mediante políticas de acción afirmativa. Estos debates se enriquecerían con un enfoque interseccional que tome en cuenta las desventajas y discriminaciones que enfrentamos las diplomáticas no solo en razón de género, sino también en combinación con otros factores como la identidad sexual, religión, clase social, identidad étnica, entre otros. El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha subrayado la importancia de aplicar una visión interseccional en cualquier esfuerzo para promover la igualdad de género, pues no hacerlo puede tener impactos limitados y corre el riesgo de profundizar las brechas existentes entre las mismas mujeres.

La representación también contribuye a motivar a más mujeres a interesarse en la diplomacia.

Incluir la interseccionalidad en nuestras discusiones es fundamental para que eventualmente se adopten políticas que no solo promuevan el ingreso y ascenso de mujeres en la carrera diplomática, sino que también contribuyan a la consolidación de un servicio exterior más incluyente que refleje la diversidad de las mujeres mexicanas. La representación también contribuye a motivar a más mujeres a interesarse en la diplomacia. Diversos estudios han mostrado que una de las principales razones que alientan a las niñas a estudiar carreras científicas es mediante ejemplos de mujeres desempeñándose en esa disciplina. Observar que tienen algo en común con ellas, las impulsa a visualizarse a sí mismas recorriendo un camino similar. Promover la igualdad de género desde un enfoque interseccional contribuye a que más mujeres y niñas puedan conocer a diplomáticas con las que se identifiquen con mayor facilidad y se promueva la idea de que la carrera diplomática está a su alcance.

Al ingresar a la universidad, mis conocimientos sobre diplomacia mexicana se limitaban a lo que había leído en los libros de historia, particularmente sobre Gilberto Bosques, ya que había nacido en una pequeña ciudad en el estado de Puebla, no tan lejos de la mía. No contaba con referencias de mujeres diplomáticas, y lo más cerca que había estado de la Cancillería era la delegación foránea donde había obtenido mi primer pasaporte un par de años atrás. Aun durante el concurso de ingreso, dudaba sobre las posibilidades de ser aprobada. No obstante, me impulsaba el hecho de que se trataba de una de las pocas opciones profesionales a las que podía ingresar por mérito.

Durante mis 14 años en el SEM, he conocido a brillantes diplomáticas mexicanas y extranjeras que me inspiran por su compromiso y ética laboral. Muchas de ellas, con historias de vida muy diferentes a la mía, se han convertido en mentoras y me han enseñado a tener mayor confianza, curiosidad intelectual y a prepararme continuamente para ser una mejor servidora pública, el eje de nuestra labor. Considero que la mentoría es esencial para superar retos como el síndrome del impostor, fomentar la sororidad y garantizar que la igualdad de género y diversidad a la que aspiramos se mantenga a lo largo de todo el escalafón del servicio exterior.

Mi historia personal es una de las tantas que existen en el SEM y que contribuyen desde distintas visiones al quehacer diplomático. Existen muchas más historias por contarse y me emociona pensar que aquellas que en el futuro llenarán las páginas del SEM serán las de mujeres que desafiarán estereotipos, abrirán nuevos caminos y demostrarán que la diversidad de experiencias y perspectivas enriquece al servicio exterior.

Anterior
Anterior

La Política Exterior Feminista de México, un instrumento para la paridad en el Servicio Exterior Mexicano

Siguiente
Siguiente

Pañoletas Moradas: compromiso de una nueva generación del SEM con la igualdad sustantiva entre géneros